Normalmente los juegos se vinculan con características negativas como la exposición a la violencia y la separación de la realidad. No obstante, con el diseño y los contenidos adecuados, pueden convertirse en potentes instrumentos pedagógicos. Desde hace décadas, los videojuegos se han visto como un impacto negativo en niños y jóvenes, vinculados con el incremento de comportamientos agresivos, exposición a la violencia y desvinculación de la realidad.
Es verdad que el exceso de horas sin vigilancia con un juego cuyo contenido sea violento puede llevar a estas repercusiones, aunque todo se basa en el diseño y objetivo del mismo. ¿Y si este no está diseñado para aniquilar a un enemigo específico, sino únicamente para adquirir conocimientos? ¿Podría ser un instrumento eficaz para el aprendizaje?. Los videojuegos comerciales están concebidos para divertir, no para instruir, pero, aun así, se requiere un conjunto de destrezas y competencias para vencer los retos que estos plantean.
Las competencias más elementales que fomentan la mayoría de los juegos incluyen: comunicación, innovación, adaptabilidad, razonamiento crítico y persistencia. La alegría que brindan los videojuegos a sus usuarios proviene de dos fuentes: el deleite de vencer desafíos y de adquirir conocimientos. A pesar de sus características, un videojuego se compone de un sistema de retos; para superarlos, el jugador debe comprender el sistema y operar dentro de su propia estructura para lograr las metas propuestas.
El papel de los videojuegos en la educación ha sido más explorado en niveles básicos, pero en términos de educación superior hay poca evidencia empírica que respalde la efectividad de los videojuegos como herramienta educativa. Matthew Barr, catedrático de la Universidad de Glasgow, realizó un estudio para explorar las cualidades educativas de los videojuegos para personas en edad de cursar la universidad. Utilizando una muestra de 100 estudiantes, Barr organizó dos grupos. Uno de los grupos jugó títulos como Borderland, Minecraft, Portal 2, Team Fortress 2 y Papers; el segundo grupo no jugó ningún videojuego.
Los dos grupos debían hacer y entregar un reporte para contabilizar las instancias comunicación, inventiva y adaptabilidad. Después de 8 semanas, los estudiantes que jugaron reportaron niveles más altos de estas tres habilidades que los que no habían jugado. Hay indicios para pensar que los videojuegos pueden ser un buen recurso para la innovación educativa universitaria, aún si carecemos de estudios que confirmen al 100% su efectividad, sigue siendo una propuesta interesante y útil de explorar.
Un estimado de 2.5 billones de personas alrededor del mundo juegan. Cada vez son más frecuentes las colaboraciones entre maestros y desarrolladores para generar juegos específicamente diseñados para las escuelas. Minecraft Edu, por ejemplo, es utilizado en 700 escuelas y 40 países. Esta versión especial de Minecraft para fines educativos, ha sido usada para enseñar a estudiantes no solo sobre resolución de problemas, sino materias específicas como matemáticas, historia y geografía, química, álgebra, programación y más.
El siguiente paso es seguir explorando los videojuegos como herramienta educativa específicamente para nivel superior, donde más puede aprovecharse es en el desarrollo de las power skills, habilidades altamente requeridas por los reclutadores hoy en día. Además de los multijugadores que ayudan a reforzar las habilidades de comunicación y trabajo en equipo, la última década se ha sumergido profundamente en la producción de juegos que complementan la construcción de la inteligencia emocional, la empatía y la toma de decisiones.
En fin, hoy en día los videojuegos que se desarrollan para fines educativos son pocos, pero sus propiedades didácticas existen. Con un poco más de estudio e investigación al respecto, sin duda podrían ser un diferenciador en la innovación educativa a futuro. A pesar de su reputación negativa, los videojuegos tienen un enorme potencial como instrumentos educativos, particularmente en el fomento de habilidades críticas y competencias requeridas en el entorno académico y laboral. El estudio indica que, con una correcta estructuración, pueden promover la comunicación, la flexibilidad y el razonamiento crítico, lo que los hace un recurso valioso para la innovación en la educación.
AUTOR:
Mgtr. Maritza Quinzo
Docente de la Carrera de Educación Básica / Docencia e Innovación Educativa