El sueño como un estado fisiológico es imprescindible para la vida humana, y si bien implica una disminución de la conciencia y una disminución al estado de alerta, durante el estado del sueño, se llevan a cabo procesos que requieren de la integración completa de la actividad cerebral, en el que se modifican muchos procesos fisiológicos del organismo.
Gracias a los estudios proporcionados por la neurociencia, hoy sabemos que durante el sueño es que se beneficia y facilita el mantenimiento neuronal, la neurogénesis, así como el aprendizaje y la memoria.
El cerebro esta genéticamente programado para desarrollarse potencialmente pero para que pueda lograr su desarrollo pleno necesita de un ambiente que lo estimule adecuadamente y positivamente. En nuestros primeros años de vida esto se logra gracias a que los circuitos cerebrales se generan o modifican respondiendo el sistema nervioso, y guardando relación con la habilidad del cerebro para cambiar su estructura en respuesta al ambiente, reorganizando y activando las memorias.
Al hablar del aprendizaje no se puede dejar de lado a la memoria, pues nos da la capacidad para adquirir, retener, almacenar y evocar la información del ambiente.
Dicho esto es importante considerar la relación entre el sueño, el aprendizaje y la memoria, pues tienen una relación muy compleja, esto se puede deber en gran medida a que cada una de las fases del sueño parece relacionarse con un tipo de memoria.
A partir de las investigaciones celulares, moleculares, fisiológicas y conductuales que se han realizado tanto en animales como en seres humanos se ha propuesto que el sueño además de favorecer la consolidación de la memoria, facilita la adquisición de nueva información o consolidad la información aprendida durante el día. Este proceso es esencial para la formación y retención de recuerdos, lo que influye directamente en el rendimiento académico.
La falta de sueño puede afectar negativamente la concentración y la atención, lo que dificulta la absorción efectiva de nueva información. Los estudiantes que no duermen lo suficiente pueden experimentar disminución de la alerta y menor capacidad para procesar información de manera eficiente.
Numerosos estudios han demostrado una correlación positiva entre la calidad del sueño y el rendimiento académico. Los estudiantes que mantienen hábitos regulares de sueño tienden a tener mejores calificaciones y un rendimiento más consistente. Durante el sueño se mejoraría la habilidad para recordar el lenguaje hablado, las habilidades motoras y la información de hechos.
El sueño también desempeña un papel crucial en la salud mental. La falta de sueño puede aumentar el riesgo de ansiedad y depresión, lo que, a su vez, puede afectar negativamente la motivación y la capacidad de aprendizaje.
En conclusión, un sueño adecuado facilita una mente clara y lista para el aprendizaje al día siguiente. Recordar que la relación entre el sueño y el aprendizaje se revela como un proceso complejo pero necesario, donde cada paso contribuye a la armonía del proceso educativo. Los educadores, estudiantes y la sociedad en general deben reconocer la importancia de priorizar el sueño como un componente esencial para el florecimiento intelectual. Cultivar hábitos de sueño saludables no solo beneficia la salud mental y física, sino que también sienta las bases para un aprendizaje más efectivo y duradero. Al abrazar al sueño como un compañero inseparable en el viaje del conocimiento, se allanan los senderos hacia un éxito académico sostenible y una realización plena del potencial humano.
AUTOR:
Mgtr. Natalia Contero
Docente de la Carrera de Docencia e Innovación Educativa