El virus de inmunodeficiencia humana (VIH) es un retrovirus, cuya infección en los seres humanos provoca un cuadro clínico sindrómico de evolución prolongada, que al alcanzar su fase final provoca el síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA) (Martínez, 2018; Organización Mundial de la Salud, 2021). La Guía Práctica del Ministerio de Salud del Ecuador (2019) menciona que el VIH, ataca el sistema inmunitario y debilita los sistemas de defensa contra las infecciones, a medida que el virus destruye las células inmunitarias e impide el funcionamiento normal, la persona infectada van gradualmente entrando en un estado de inmunodeficiencia, poniendo en riesgo al paciente y convirtiéndose en una de las principales cargas sanitarias a nivel mundiales. En 2021, la Organización Mundial de la Salud, específicamente ONUSIDA, publicó estadísticas sobre el VIH recalcando que “se produjeron 1,5 millones de nuevos infectados con VIH y solamente el 73% de los pacientes tuvieron acceso al tratamiento” (OMS, 2021).
Estadística que es complementada ya que la infección por VIH provoca en el paciente algunas dificultades en el ámbito social como: estigma social, produciendo la construcción de la identidad con base en la enfermedad como fenómeno rechazado socialmente; afectar la autoimagen, el autoconcepto, pérdida de apoyo social estas situaciones impactan negativamente en la adherencia al tratamiento y una adecuada calidad de vida (Guevara- Sotelo, 2018; De Francesco D et al, 2019).
Es importante mencionar que el VIH, es un problema de salud pública a nivel mundial, por lo que la adherencia al tratamiento antirretroviral se ha convertido en una situación de interés, involucrando muchos aspectos como limitantes en el cumplimiento de prescripciones médicas, asociada con la presentación del fármaco, la dosis, efectos adversos, cooperación, adhesión terapéutica y un factor fundamental en dicha población como la ansiedad y consecuentemente la depresión (Chibanda, D., 2017; Arévalo-Mora L., 2018). Por lo tanto, está la revisión sistemática se pretende obtener información para describir factores causales y poder identificar áreas de trabajo para la promoción de la salud y prevención de la enfermedad del individuo, familia y comunidad, teniendo una idea clara para el personal de salud, familiares y pacientes.
Los datos obtenidos por Phan HT et al. (2019) demuestran que “el 39% de las personas infectadas por el VIH sufren depresión, lo que puede empeorar las enfermedades existentes y conducir a peores resultados de salud”. Se ha descubierto que la depresión no solo está relacionada con una mayor carga viral y un menor recuento de células CD4, sino que también acelera el desarrollo del SIDA y aumenta el riesgo de muerte.
Por otra parte, la alta prevalencia de la depresión ha tenido un impacto en una amplia gama de programas de prevención del VIH, como el programa 90-90-90, que tiene como objetivo “evaluar al 90% de la población se haga la prueba; el 90% de los que dieron positivo en tratamiento y el 90% de los que recibieron tratamiento logren la supresión viral” (Chibanda D., 2017). Dando de una visión profunda del problema actual, y conocer factores que dificultan un TAR adecuado y brindar un enfoque significativo tanto a profesionales y personas con el VIH.
Factores influyentes para la depresión
Los autoresAraujo, et al. (2019) y Gutiérrez, et al. (2019) concuerdan que la edad, género, estrato social, nivel educativo, la situación laboral, la orientación sexual, las relaciones familiares, la relación con el personal de salud, la nutrición, los hábitos personales, factores cognitivos como la desinformación sobre la enfermedad, respecto al TAR las bajas expectativas a su efectividad influyen drásticamente en el estado mental de los pacientes con el VIH.
No obstante Pereira, et al. (2017) destaca que los hombres solteros que se infectaron a través de las relaciones sexuales con parejas del mismo sexo mostraron síntomas de depresión dos veces más graves que los hombres que se infectaron a través de las relaciones sexuales con parejas del sexo opuesto con síntomas como tristeza, inutilidad desesperanza factores que impiden seguir un tratamiento adecuado. A esto Plascencia, et al. (2019) quien expone que “las enfermedades crónicas como factor a la depresión en personas con el VIH”.
En fin. La infección por VIH provoca en el paciente algunas dificultades en el ámbito social como: estigma social, produciendo la construcción de la identidad con base en la enfermedad como fenómeno rechazado socialmente; afectar la autoimagen, el autoconcepto, pérdida de apoyo social estas situaciones impactan negativamente en la adherencia al tratamiento y una inadecuada calidad de vida.
El VIH como problemática social, se convierte en una cadena de situaciones, conllevando al estigma social como resultado del estrés crónico, el aislamiento social y la violencia que pueden obstaculizar el tratamiento y su cumplimiento, dando lugar a desenlaces terapéuticos desfavorable.
AUTORES:
Lcdo. Oswaldo Copara / Lcdo. Cristian Pachacama / Lcda. María Cristina Yaselga
Docentes de la Carrera de Enfermería