Aprender haciendo: la revolución del «saber práctico»


La educación superior contemporánea ha comenzado a replantearse la forma en que se construye el conocimiento dentro del aula. Lejos de los modelos tradicionales centrados en la memorización, hoy se valora cada vez más el «saber práctico», una metodología que apuesta por la experiencia directa como vía para consolidar el aprendizaje. Este enfoque parte del principio de que el estudiante no solo debe conocer la teoría, sino también hacerla suya a través de la acción. En palabras de John Dewey, “el conocimiento surge de la acción; no existe aprendizaje sin experiencia” Roldán, 2021, (p. 45).

Aprender haciendo no es simplemente «practicar», sino un proceso estructurado que combina reflexión, participación activa, resolución de problemas y toma de decisiones. Este tipo de aprendizaje, conocido también como «aprendizaje experiencial», promueve habilidades como la autonomía, la creatividad y el pensamiento crítico, competencias fundamentales para desenvolverse en contextos reales. En el entorno universitario, donde se prepara a los futuros profesionales, este enfoque permite al estudiante conectar de forma profunda la teoría con la práctica, convirtiendo cada experiencia en una oportunidad de aprendizaje significativo.

Por tanto, resulta esencial revisar cómo el «saber práctico» está transformando las prácticas educativas en la universidad, qué beneficios ofrece, y cómo puede implementarse efectivamente para lograr una formación más humana, integral y pertinente. Esta revolución educativa no solo cambia la forma de enseñar, sino también la manera de comprender el conocimiento y su aplicación en la vida profesional.

El aprendizaje basado en la experiencia ha cobrado gran relevancia en las últimas décadas, especialmente en contextos universitarios donde se busca preparar a los estudiantes para la vida laboral y social. A través de metodologías activas como el aprendizaje basado en proyectos, estudios de caso, simulaciones o prácticas de campo, los estudiantes asumen un rol protagónico en la construcción de su propio conocimiento. Esta forma de aprender fomenta una comprensión más profunda y duradera, ya que implica vivencias reales que conectan emocional e intelectualmente al estudiante con el contenido.

Según Kolb (1984), el aprendizaje experiencial parte de un ciclo que incluye la experiencia concreta, la reflexión, la conceptualización y la experimentación activa, lo que permite interiorizar conocimientos de manera más significativa. Este modelo ha sido adoptado en diversas disciplinas, desde la medicina hasta las artes, demostrando que el conocimiento práctico es indispensable para el desarrollo profesional.

Además, la implementación del «aprender haciendo» fortalece competencias como la resolución de problemas, el trabajo en equipo, la comunicación efectiva y la toma de decisiones, habilidades clave en el siglo XXI. Como señala Herrera (2020), este tipo de aprendizaje prepara al estudiante no solo para aprobar un examen, sino para enfrentar los desafíos reales del entorno profesional, haciéndolo más competente, autónomo y creativo.

Por tanto, incorporar el saber práctico en la educación superior no es una opción, sino una necesidad. En un mundo cambiante y competitivo, el estudiante debe ser capaz de aprender haciendo, de equivocarse, adaptarse y volver a intentarlo, pues en la práctica es donde realmente se consolida el aprendizaje.

El «saber práctico» representa un cambio profundo en la forma de entender la educación superior. Aprender haciendo no solo mejora la retención del conocimiento, sino que forma profesionales competentes, autónomos y reflexivos. Este enfoque convierte al aula en un laboratorio vivo donde la teoría cobra sentido a través de la acción. Integrar metodologías experienciales ya no es una alternativa pedagógica, sino una exigencia del presente educativo. La revolución del «saber práctico» nos invita a replantear el rol del docente, el diseño curricular y la evaluación, construyendo una educación más auténtica, participativa y transformadora. Preparar a los estudiantes para la vida real comienza con permitirles vivir experiencias reales dentro del proceso de formación.

AUTOR:

Mg. Acero Elizabeth

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